No hay un modelo único de estructura para los textos expositivos, pero aun así se suelen mencionar siempre aquellas que son las más habituales y que responden mejor a las necesidades de este tipo de textos (ya sabes: claridad, objetividad, precisión). Recuerda que la finalidad última es la de informar, por lo que la estructura -la forma en que se organizan los contenidos- debe estar al servicio de esta función.
Pues bien, dentro de esas estructuras posibles, la más habitual es la que organiza los contenidos respondiendo al esquema de introducción, desarrollo y conclusión.
En la introducción el/la autor/a plantea el tema, hace las consideraciones que cree necesarias para encuadrar el asunto, e incluso a veces proporciona una información previa para situar al lector.
En el desarrollo, que es la parte más extensa del texto, se proporcionan los datos necesarios para su comprensión; en definitiva, la información que es el objeto del texto expositivo.
Finalmente, la conclusión o el cierre puede ofrecer una síntesis de lo tratado o las deducciones a las que se ha llegado tras el desarrollo.
Relación entre los párrafos y las ideas
Los párrafos se interrelacionan unos con otros; y también las ideas dentro de cada párrafo. Ante un texto, debemos plantearnos qué relación hay entre las diversas ideas expresadas.
Causal
Al explicar determinados fenómenos, podemos explicar que ciertos aspectos determinan a otros, es decir, que algunos de ellos son la causa necesaria para que se produzcan otros.
Comparación
Podemos señalar las semejanzas entre dos fenómenos. Puede ser útil para ejemplificar o aclarar las cosas.
Contraste
A la inversa, podemos plantear las diferencias.
Enumeración
Podemos presentar un conjunto de datos en una lista. Al hacerlo nos acercamos mucho a la descripción y precisión.
Funcional
Plantea para qué sirve una cosa, o una parte de esa cosa.
Problema-solución
Ante un problema dado, podemos señalar las soluciones que se han propuesto o llevado a cabo, sin tomar partido (si damos nuestra opinión, se convierte en texto argumentativo).
Elaboración del texto
Cuando tengamos que hacer un texto expositivo, conviene que tengamos en cuenta estos principios:
Tener claro el tema de la exposición. Podemos hacer una lista de los detalles que queremos incluir; seguramente tendremos que excluir otros, bien porque nos queremos centrar en algunos, bien porque no podemos hacer un texto inabarcable.
Para reunir esos datos podemos investigar en periódicos, revistas, enciclopedias, internet o libros de texto.
Decide el enfoque que quieres dar al tema. Pero recuerda que no debes dar tu opinión (aunque seguramente tendrás una propia): debes exponer los detalles, las personas, los hechos, en fin: los datos, de una forma objetiva.
Tienes que plantearte a quién te diriges; hay muchas posibilidades, y cada una requiere un formato diferente. Por ejemplo, un trabajo presentado a tu profesor; una exposición para presentar oralmente en clase; un informe que debas elaborar para el director de la empresa en que trabajes; etc.
Distribuye la información en varios párrafos: uno de introducción, otro (u otros) de desarrollo, y el último de cierre o conclusión (la conclusión puede ser innecesaria en exposiciones cortas). En la introducción debes concretar el tema, de qué vas a tratar, y de qué no. También puedes expresar la metodología o enfoque que vas a seguir.
Es aconsejable escribir con oraciones relativamente breves; si no lo haces, el lector se puede perder. Los párrafos tampoco deben ser excesivamente extensos. Estudia el listado de conectores y marcadores del discurso y las posibilidades de interrelación de las ideas y párrafos en la siguiente página (3.1b), para elegir los conectores adecuados.
Emplea un buen diccionario de sinónimos; así no tendrás que repetir las mismas palabras. Debes evitar los términos demasiado generales, es decir, las palabras o "comodín": cosa, hacer, problema, etc. No intentes, sin embargo, emplear palabras poco corrientes, porque puedes caer en la pedantería.
Cuando termines el borrador, repásalo y "púlelo". Tacha palabras o frases que no digan nada y sean meramente repetitivas; incluye los nexos que expresen la relación entre las diversas oraciones, si faltan; ten cuidado con la ortografía; evita el empleo de palabras coloquiales. Comprueba que has transmitido la información de manera objetiva, sin dar tu opinión en ningún momento, sin expresar tus gustos y preferencias, sin decir lo que te parece bien o mal. Si el texto es importante, y tienes tiempo, conviene que lo dejes "dormir" un día, pensando en otras cosas, y volverlo a revisar para terminar la versión definitiva. Con frecuencia se descubren fallos y gazapos básicos.